domingo, 15 de noviembre de 2015

El arte, una puerta a la valentía

Sólo tenemos una vida, un solo camino posible. Todos los caminos posibles de una vida en realidad van en una misma dirección determinada por las decisiones, que rara vez son diametralmente opuestas. Esto nos lleva a pensar que, tristemente, por muchas cosas distintas que queramos hacer en la vida, siempre van a estar condicionadas por un único discurso vital propio de cada persona.

Porque lo más "normal" es tener una sola personalidad y se acabó. Con ella construimos unos sueños y unas metas. Pero, ¿qué ocurre cuando una persona quiere vivir más personalidades? Más metas, más de un destino, simples finales alternativos. ¿Qué pasa entonces?

Ahí es donde entra en juego el arte. El arte cuenta historias. Es su principal objetivo y razón de ser. Historias radicalmente opuestas, para todos los temas, gustos, colores y ambiciones. Una infinidad de destinos. Por eso el arte es imprescindible y sumamente trascendental en nuestro mundo, y por ello es por lo que el arte supera las barreras del tiempo a lo largo de la historia. Porque la vida nos sabe a poco con un único destino, un único final. Necesitamos más. Eso es lo bonito del arte, que amplía horizontes, más allá de nuestro ínfimo campo de visión. Sustituyendo al coraje, el arte nos expulsa de nuestra zona de confort con una ilusión.


Es por ello por lo que no hay verdaderamente a día de hoy un concepto universal de lo que es arte, un concepto que guste a todos, o al menos un consenso de lo que es arte. Porque no a todos nos parecen bien ciertos destinos, ciertas historias, ciertas reflexiones e ideas. Cada persona no es un mundo, es una galaxia, y el arte para mí es una especie de telescopio donde observar toda galaxia, tanto las que conocemos como aquellas que apenas somos capaces de imaginar hoy por hoy. Por naturaleza, somos inconformistas, deseosos de más. El arte, en mi opinión, nace de querer otra oportunidad en la vida tan sólo por un preciso instante, sin creer en ninguna reencarnación. Una puerta de salida en nuestra zona de confort que se desvanece cuando nosotros lo queramos, y que aparece sólo dejándose llevar por la abstracción, la imaginación y la inspiración. El arte no es más que una osadía imaginada.